Es probable que si preguntas a un ilustrador: “¿Qué es ser
ilustrador?”, te encuentres con tantas respuestas diferentes como las hay de
ilustradores. Puede que los que tengan tendencia a ser más prácticos te digan
cosas tales como: es un arte, un oficio, un trabajo, un pasatiempo, modo de
vida.Quizás, los más oníricos te digan que: es una aventura, una diversión, un
viaje, un juego y cosas por el estilo.
Creo que ninguna de
esas definiciones está errada. Pero observo el siguiente problema, que mientras en la teoría funcionan de maravilla,
en la práctica cada definición por sí sola tiende a diluirse en la maraña de la
vida cotidiana del ilustrador.
Permítanme dejarles mi visión de lo que es, en la práctica, ser ilustrador.
Esta visión abarca más de una definición, y básicamente engloba a todas las
antes dichas.
Hace muchos años leí lo que, el escritor, crítico y editor
inglés, Raymond Mortimer dijo:
“a un tiempo arte, un oficio y un negocio”.
Y no pude evitar trazar un paralelismo con esa idea y la
profesión de ilustrador.
Es que en la vida diaria, el ilustrador profesional, debe
mantener el equilibrio entre su arte, el oficio y el negocio. Es decir, entre
cómo desarrolla su obra pictórica, cómo se desenvuelve en el medio para el cual
trabaja y cómo genera y administra su sustento económico.
Teniendo esto en mente, veamos brevemente una por una esas
tres cuestiones referentes a ser ilustrador:
ARTE: En este aspecto nos ocupamos de “crear”. Dedicarle
tiempo al dibujo, a la pintura, a los materiales, a las técnicas, a las ideas.
Dedicar tiempo al estudio, al aprendizaje, a la lectura, la investigación, al
esparcimiento, visitar ferias, conocer a otros artistas, intercambiar opiniones
e incluso salir al resto mundo en búsqueda de la “libertad”. Todas esas cosas
que contribuyen a nuestro crecimiento como artistas.
OFICIO: En este aspecto nos ocupamos de “trabajar”. Conocer qué
y cómo es el medio donde ejercemos nuestra profesión y saber quién es quién en
este medio. Conocer cuándo y cómo presentar un trabajo, lograr con creces el “objetivo”
para el cual se nos contrata, cumpliendo el encargo en tiempo y forma. Saber
cómo ser más productivos, ágiles sin perder eficacia y calidad. Saber cómo
cobrar, cuales son nuestros derechos y obligaciones, saber cómo tratar con cada
cliente, saber cómo negociar contratos. Saber cuándo y cómo aceptar o rechazar
encargos. Todas esas cosas que contribuyen a nuestro nivel de profesionalismo.
NEGOCIO: En este aspecto nos ocupamos de “administrar”.
Conocer qué hacemos, cómo y dónde “venderlo”. Saber sobre cuestiones económicas,
impositivas, legales. Preparar facturas, pagar impuestos, conocer los gastos,
estar al tanto de tarifas, cobrar y/o reclamar pagos. Publicitarse, conocer
nuevos clientes, asistir a reuniones, elaborar presupuestos, presentar
proyectos, enviar e-mails, enviar cartas, llamar por teléfono, comprar y/o actualizar
materiales de trabajo. Administrar ingresos, egresos y también ahorrar. Planear
vacaciones y cómo sostenerse en tiempos de baja productividad, crisis económica
y/o enfermedad. Un negocio donde se es jefe, vendedor, oficinista, cadete,
personal de limpieza etc…y claro, también se es artista.
A todo esto hay que sumarle las responsabilidades
familiares, el tiempo de ocio y…la vida misma.
Quien pretenda dedicarse por completo a la ilustración debe
tener en cuenta todo esto antes de lanzarse a la “aventura”, porque la realidad
es que, más que una vida de ensueño, es una vida de sacrificio a tiempo
completo.
Quienes ya estamos en esta aventura, debemos mantener un
equilibrio entre estos tres aspectos. Mayormente los ilustradores solemos
inclinarnos solamente por el aspecto del “arte” y así descuidamos la
profesionalidad y el negocio, logrando menos encargos y muchos dolores de
cabeza. Lo mismo ocurrirá si nos enfocamos solo en el “negocio” o solo en el “oficio”,
consiguiendo baja calidad, desactualización, problemas económicos, pérdida de
clientes etc.
Para utilizar una comparación, digamos que ser ilustrador es
como tener una mesa con tres patas, si una pata se rompe la mesa se cae. Las
tres patas de la mesa del ilustrador, a saber: arte, oficio y negocio, deben
estar bien firmes. Debemos tratar de cuidar las tres patas por igual, dado que
al descuidar una de ellas, veremos derrumbarnos como profesionales. Mantener el
equilibrio de esta mesa de tres patas no es tarea fácil, diría más bien que es
tarea de titanes.
Pero quisiera agregar que el esfuerzo, la dedicación y la satisfacción consecuente de vivir de lo que uno ama, bien valen la pena.
Pero quisiera agregar que el esfuerzo, la dedicación y la satisfacción consecuente de vivir de lo que uno ama, bien valen la pena.
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