Como ya mencionáramos, la ilustración es parte de un engranaje.
Imaginemos a La ilustración como alguien que hace un viaje en un tren, tren al que llamamos
“cadena ilustrativa”.
Este tren se detendrá en diferentes estaciones y en cada estación la ilustración tendrá que bajar, será modificada y llegará a su destino diferente de cómo salió.
Este tren se detendrá en diferentes estaciones y en cada estación la ilustración tendrá que bajar, será modificada y llegará a su destino diferente de cómo salió.
Una de las estaciones en las que se detendrá será “EL CLIENTE”.
Entenderemos como “cliente” a aquel que realiza el encargo de un trabajo de ilustración.
El cliente podrá ser una empresa o un particular.
El cliente cumple un rol muy importante en la cadena ilustrativa por obvias razones:
1 – Del cliente depende que el trabajo se realice:
El cliente hace el encargo y paga por él. Más allá de las implicaciones artísticas del ilustrador, el cliente puede desestimar el encargo y no realizarlo. Claro, deberá pagar por lo realizado hasta ese momento, pero no nos meteremos ahora en esas cuestiones. Más bien la idea es ver de qué manera el cliente transforma la ilustración que encarga. Si el encargo no se realiza, tendremos una ilustración inconclusa porque la ilustración no llegará a tener contacto con los otros componentes de la cadena ilustrativa. Como ya hemos visto, la ilustración se define como tal en relación a los componentes de la cadena ilustrativa.
2 – El cliente tiene su propio punto de vista:
Hay clientes que realizan encargos con una idea preconcebida del resultado. Es decir, plantean un concepto y desean que el ilustrador le de forma al mismo. Este tipo de encargo ya de por sí condicionan el punto de vista del ilustrador. El artista deberá amoldarse a los deseos, y aún los caprichos, del cliente.
3 – El cliente conoce su negocio.
Esta es una realidad que el ilustrador no puede ignorar y que por lo general atenta contra su orgullo. El cliente conoce SU negocio, conoce SU producto y conoce a SU público mucho mejor de lo que nosotros, como ilustradores, pretendemos creer. Esto sin duda condicionará a la ilustración y la modificará sustancialmente. Es aquí donde el preconcepto del ilustrador juega en contra, porque suele pretender saber más que el cliente e imponer su sabiduría artística sobre lo comunicacionalmente mejor para la ilustración. Los conocimientos del cliente en este caso podrán modificar positivamente a la ilustración.
Estos son apenas unos puntos básicos de cómo el cliente modifica la ilustración final.
Así vemos que el cliente es un eslabón importante en la realización de una ilustración.
Hay ilustradores que ven al cliente como un enemigo que quiere coartar su libertad artística y hay ilustradores que, cual mercenarios, se venden sin importar el resultado final.
Llegar a un equilibrio entre esos extremos puede ser un trabajo arduo. Pero ese será otro tema a tratar más adelante.
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